domingo, 22 de febrero de 2009

Carta de Escarramán a la Méndez


JACARA

Ya está guardado en la trena
Tu querido Escarramán,
Que unos alfileres vivos
Me prendieron sin pensar.

Andaba a caza de gangas,
Y grillos vine a cazar,
Que en mí cantan como en haza
Las noches de por San Juan.

Entrándome en la bayuca,
Llegándome a remojar
Cierta pendencia mosquito,
Que se ahogó en vino y pan,

Al trago sesenta y nueve,
Que apenas dije «Allá va»,
Me trajeron en volandas
Por medio de la Ciudad.

Como al ánima del sastre
Suelen los diablos llevar,
Iba en poder de corchetes
Tu desdichado jayán.

Al momento me embolsaron
Para más seguridad
En el calabozo fuerte
Donde los Godos están.

Hallé dentro a Cardeñoso,
Hombre de buena verdad,
Manco de tocar las cuerdas
Donde no quiso cantar.

Remolón fue hecho cuenta
De la sarta de la Mar,
Porque desabrigó a cuatro
De noche en el Arenal.

Su amiga la Coscolina
Se acogió con Cañamar,
Aquel que sin ser San Pedro,
Tiene llave universal.

Lobrezno está en la Capilla.
Dicen que le colgarán,
Sin ser día de su Santo,
Que es muy bellaca señal.

Sobre el pagar la patente
Nos venimos a encontrar
Yo y Perotudo el de Burgos:
Acabóse la amistad.

Hizo en mi cabeza tantos
Un jarro que fue orinal,
Y yo con medio cuchillo
Le trinché medio quijar.

Supiéronlo los señores
Que se lo dijo el Guardián,
Gran saludador de culpas,
Un fuelle de Satanás.

Y otra mañana a las once,
Víspera de San Millán,
Con chilladores delante
Y envaramiento detrás,

A espaldas vueltas me dieron
El usado centenar,
Que sobre los recibidos
Son ochocientos y más.

Fui de buen aire a caballo,
La espalda de par en par,
Cara como del que prueba
Cosa que le sabe mal;

Inclinada la cabeza
A Monseñor Cardenal;
Que el rebenque sin ser Papa,
Cría por su potestad.

A puras pencas se han vuelto
Cardo mis espaldas ya,
Por eso me hago de pencas
En el decir y el obrar.

Agridulce fue la mano,
Hubo azote garrafal,
El asno era una tortuga,
No se podia menear.

Sólo lo que tenía bueno
Ser mayor que un Dromedal,
Pues me vieron en Sevilla
Los moros de Mostagán.

No hubo en todos los ciento
Azote que echar a mal;
Pero a traición me los dieron:
No ne pueden agraviar.

Porque el pregón se entendiera
Con voz de más claridad,
Trajeron por pregonero
Las Sirenas de la Mar.

Envíanme por diez años
¡Sabe Dios quién los verá!
A que, dándola de palos,
Agravie toda la Mar.

Para batidor del agua
Dicen que me llevarán,
Y a ser de tanta sardina
Sacudidor y batán.

Si tienes honra, la Méndez,
Si me tienes voluntad,
Forzosa ocasión es ésta
En que lo puedes mostrar.

Contribúyeme con algo,
Pues es mi necesidad
Tal, que tomo del verdugo
Los jubones que me da;

Que tiempo vendrá, la Méndez,
Que alegre te alabarás
Que a Escarramán por tu causa
Le añudaron el tragar.

A la Pava del cercado,
A la Chirinos, Guzmán,
A la Zolla y a la Rocha,
A la Luisa y la Cerdán,

A Mama, y a Taita el viejo,
Que en la guarda vuestra están,
Y a toda la gurullada
Mis encomiendas darás.

Fecha en Sevilla, a los ciento
De este mes que corre ya,
El menor de tus Rufianes
Y el mayor de los de acá.

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)