martes, 29 de septiembre de 2009

Las rosas que, ya marchitas


Las rosas que, ya marchitas,
de ti con desdén alejas,
la aurora me vio cortarlas,
y hermosas jóvenes eran.

Vivieron. Fue para siempre
su honor y antigua belleza.
¡Ay, todo cual sombra pasa,
y el ser a la nada lleva!

Vendrá el agosto abrasado
ahogando flores y, muertas
sus hijas, a otras regiones
volará la primavera.

En pos, el maduro otoño,
mostrando su faz risueña,
hará que el lánguido estío
bajo sus pámpanos muera.

Mas el aquilón bramando
se arrojará de las sierras,
y, lanzando estéril yelo,
cubrirá de horror la tierra.

Así, la lóbrega noche
sucede a la luz febea,
las risas a los lamentos,
y a los placeres las penas.

Es el universo entero
una inconstancia perpetua:
se muda todo; no hay nada
que firme y estable sea.

Y en medio a tantos ejemplos
que triste mudanza enseñan,
¡ay Filis!, ¿tu pecho solo
tendrá en amarme firmeza?


Nicasio Álvarez de Cienfuegos (1764-1809)

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