miércoles, 5 de junio de 2013

Canción del jinete


Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.
Lejana y sola.

Federico García Lorca, 1924



domingo, 2 de junio de 2013

Poderoso caballero es Don Dinero


Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)

Enxienplo de las ranas en cómo demandavan rey a Don Júpiter


Las ranas en un lago cantavan e jugavan,
cosa non les nuzía, bien solteras andavan;
creyeron al dïablo, que del mal se pagavan,
pidieron rey a Don Júpiter, mucho gelo rogavan.

Enbïóles Don Júpiter una viga de lagar,
la mayor que él pudo, cayó en ese lugar:
el grand golpe del fuste fizo las ranas callar,
mas vieron que non era rey para las castigar.

Suben sobre la viga quantas podian sobir;
dixieron: 'Non es éste rey para lo nós servir.'
Pidieron rey a Don Júpiter como lo solian pedir;
Don Júpiter, con saña, óvolas de oír.

Enbióles por su rey çigüeña manzillera;
çercava todo el lago, ansí faz la ribera,
andando pico abierta; como era vente[r]nera,
de dos en dos las ranas comía bien ligera.

Querellando a Don Júpiter, dieron boçes las ranas:
'¡Señor, Señor, acórrenos, tú que matas e sanas;
el rey que tú nos diste por nuestras bozes vanas,
danos muy malas tardes e peores las mañanas!

'¡Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga!
De dos en dos nos come, nos abarca e nos traga!
¡Señor, tú nos defiende, Señor, tú ya nos paga;
danos la tu ayuda, tira de nós tu plaga!'

Respondióles don Júpiter: 'Tened lo que pidistes;
el rey tan demandado, por quantas bozes distes,
vengue vuestra locura, ca en poco tovistes
ser libres e sin premia; reñid, pues lo quesistes.'

Quien tiene lo que al cunple, con ello sea pagado;
quien podiere ser suyo non sea enajenado;
el que non toviere premia non quiera ser apremiado:
libertat e soltura non es por oro conprado.

Bien ansí acaesçe a todos tus contrallos:
do son de sí señores, tórnanse tus vasallos;
tú, después, nunca piensas sinon por astragallos
en cuerpos e en almas: así todos tragallos.

Queréllanse de ti, mas non les vales nada,
que tan presos los tienes en tu cadena doblada,
que non pueden partirse de tu vida penada;
responde a quien te llama, ¡vete de mi posada!

Non quiero tu conpaña, ¡vete de aquí, varón!
Das al cuerpo lazeria, trabajo sin razón;
de día e de noche eres fino ladrón:
quando omne está seguro, fúrtasle el coraçón.

En punto que lo furtas, luego lo enajenas:
dasle a quien non le ama, torméntasle con penas;
anda el coraçón sin cuerpo en tus cadenas,
pensando e sospirando por las cosas ajenas.

Fázeslo andar bolando como la golondrina,
rebuélveslo a menudo, tu mal non adevina:
oras coida en Susaña, oras en Merjelina;
de diversas maneras tu quexa lo espina.

En un punto lo pones a jornadas trezientas,
anda todo el mundo quando tú lo retientas;
déxasle solo e triste con muchas sobervientas;
a quien noAl quiere niAl ama sienpre gela mientas.

Varón, ¿qué as conmigo? ¿Quál fue aquel mal debdo
que tanto me persigues? Viénesme manso e quedo,
nunca me aperçibes de tu ojo nin del dedo:
dasme en el coraçón, triste fazes del ledo.

Non te puedo prender, tanta es tu maestría,
e maguer te presiese, crey que te non mataría;
tú, cada que a mí prendes, tanta es tu orgullía,
sin pïedat me matas de noche e de día.

Responde: ¿qué te fiz? ¿Por qué me non diste dicha
en quantas que amé, nin de la dueña bendicha?
De quanto me prometié, luego era desdicha;
en fuerte punto te vi: la ora fue maldicha.

Quanto más aquí estás, tanto más me assaño,
más fallo que te diga, veyendo quánto dapño
sienpre de ti me vino con tu sotil engaño:
andas urdiendo sienpre, cobierto so mal paño.


Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (¿1283?-¿1350?)