Las ranas en un lago cantavan e jugavan,
cosa non les nuzía, bien solteras andavan;
creyeron al dïablo, que del mal se pagavan,
pidieron rey a Don Júpiter, mucho gelo rogavan.
Enbïóles Don Júpiter una viga de lagar,
la mayor que él pudo, cayó en ese lugar:
el grand golpe del fuste fizo las ranas callar,
mas vieron que non era rey para las castigar.
Suben sobre la viga quantas podian sobir;
dixieron: 'Non es éste rey para lo nós servir.'
Pidieron rey a Don Júpiter como lo solian pedir;
Don Júpiter, con saña, óvolas de oír.
Enbióles por su rey çigüeña manzillera;
çercava todo el lago, ansí faz la ribera,
andando pico abierta; como era vente[r]nera,
de dos en dos las ranas comía bien ligera.
Querellando a Don Júpiter, dieron boçes las ranas:
'¡Señor, Señor, acórrenos, tú que matas e sanas;
el rey que tú nos diste por nuestras bozes vanas,
danos muy malas tardes e peores las mañanas!
'¡Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga!
De dos en dos nos come, nos abarca e nos traga!
¡Señor, tú nos defiende, Señor, tú ya nos paga;
danos la tu ayuda, tira de nós tu plaga!'
Respondióles don Júpiter: 'Tened lo que pidistes;
el rey tan demandado, por quantas bozes distes,
vengue vuestra locura, ca en poco tovistes
ser libres e sin premia; reñid, pues lo quesistes.'
Quien tiene lo que al cunple, con ello sea pagado;
quien podiere ser suyo non sea enajenado;
el que non toviere premia non quiera ser apremiado:
libertat e soltura non es por oro conprado.
Bien ansí acaesçe a todos tus contrallos:
do son de sí señores, tórnanse tus vasallos;
tú, después, nunca piensas sinon por astragallos
en cuerpos e en almas: así todos tragallos.
Queréllanse de ti, mas non les vales nada,
que tan presos los tienes en tu cadena doblada,
que non pueden partirse de tu vida penada;
responde a quien te llama, ¡vete de mi posada!
Non quiero tu conpaña, ¡vete de aquí, varón!
Das al cuerpo lazeria, trabajo sin razón;
de día e de noche eres fino ladrón:
quando omne está seguro, fúrtasle el coraçón.
En punto que lo furtas, luego lo enajenas:
dasle a quien non le ama, torméntasle con penas;
anda el coraçón sin cuerpo en tus cadenas,
pensando e sospirando por las cosas ajenas.
Fázeslo andar bolando como la golondrina,
rebuélveslo a menudo, tu mal non adevina:
oras coida en Susaña, oras en Merjelina;
de diversas maneras tu quexa lo espina.
En un punto lo pones a jornadas trezientas,
anda todo el mundo quando tú lo retientas;
déxasle solo e triste con muchas sobervientas;
a quien noAl quiere niAl ama sienpre gela mientas.
Varón, ¿qué as conmigo? ¿Quál fue aquel mal debdo
que tanto me persigues? Viénesme manso e quedo,
nunca me aperçibes de tu ojo nin del dedo:
dasme en el coraçón, triste fazes del ledo.
Non te puedo prender, tanta es tu maestría,
e maguer te presiese, crey que te non mataría;
tú, cada que a mí prendes, tanta es tu orgullía,
sin pïedat me matas de noche e de día.
Responde: ¿qué te fiz? ¿Por qué me non diste dicha
en quantas que amé, nin de la dueña bendicha?
De quanto me prometié, luego era desdicha;
en fuerte punto te vi: la ora fue maldicha.
Quanto más aquí estás, tanto más me assaño,
más fallo que te diga, veyendo quánto dapño
sienpre de ti me vino con tu sotil engaño:
andas urdiendo sienpre, cobierto so mal paño.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (¿1283?-¿1350?)
0 comentarios:
Publicar un comentario